jueves, 21 de julio de 2016

Las mejores novelas que fueron escritas bajo la influencia de las drogas

“El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos.” Arthur Rimbaud

Durante años ha existido un debate sobre la capacidad de las drogas para potenciar los resultados de un escritor, pintando su prosa o verso con matices que no alcanzarían a verse en un estado lúcido. 
Alucinógenos, estimulantes, sexo y letras lograron impactar el mundo literario con voceros simbólicos que no se acercan ni poco a los talentos de Fitzgerald, Hemingway o Nathanael West pero que los sobrepasan con temáticas y estructuras feroces como En el camino de Jack Kerouac, pionero de la Generación Beat, Kerouac se convirtió en una celebridad clandestina que decía lo que muchos imaginaban pero pocos entendían. Así como él hay muchos autores -más allá de los usualmente conocidos- que han escrito maravillas bajo la influencia de sustancias prohibidas.

Todo lo escrito por Stephen King en los 80
El autor macabro no esconde su adicción a las drogas y el alcohol cuando apenas recuerda haber escrito varias de sus grandes obras. En sus momentos más oscuros estuvo hundido en el pensamiento alucinante y derramando sangre después de aspirar tanta cocaína. El miedo de perder la magia de la escritura lo mantuvo atado a pastillas, tragos y otras drogas. Después de escribir en 1987 ´Los Tommy Knockers´  y ser criticada radicalmente, King decidió que era momento de detener su autodestrucción y publicó ´Needful Things´ (La Tienda).
“Estaba en un lugar sensible de todos modos, era la primera cosa que yo había escrito desde que tenía dieciséis años sin beber ni drogarme” le dijo a Paris Review. Estaba totalmente limpio, excepto por los cigarrillos. Cuando terminé el libro pensé <esto es bueno>”


El Manantial de Ayn Rand
Después de 30 años de anfetaminas, empezando por Benzedrina en 1942 mientras se apresuraba a completar El Manantial y continuando con Dexadrina y Dexamyl en los 70, Ayn Rand completó sus mejores obras. 

El alcance exacto de su dependencia a las anfetaminas es adyacente al más amplio autoengaño. Rand se apasionaba por una filosofía que aceptaba como meta humana más grande la protección de los intereses individuales, respaldados por el juicio personal que jamás intentaría fingir o falsear la realidad de ninguna forma. Sin embargo, como cualquiera que haya experimentado con drogas, sabemos que son la mejor manera de distorsionar y borrar la línea que divide lo que es real o ficticio, ¿acaso eso no es fingir la realidad?


Más libros de Susana Sontang de los que te podrías imaginar
“He tratado, pero lo encuentro muy relajante. Uso speed – anfetaminas – para escribir, que es lo contrario a la marihuana. Algunas veces cuando me siento estancada tomo una pequeña cantidad de speed para poder seguir… Tomo muy poco a la vez, y lo limito al tiempo en el que trabajo en algo. Entonces, la mayoría del tiempo mi mente está limpia, y puedo editar sobre la marcha lo que tal vez fue muy apresurado. Te hace un poco menos crítico y muy fácil de satisfacer. Pero a veces cuando estás estancado es de mucha ayuda.”
Sobre la razón del consumo, Sontag dijo:
“Creo que es porque no es natural para las personas estar solas. Creo que hay algo antinatural al escribir en un cuarto sola y que es algo natural que los escritores y pintores necesiten de algo para sobrepasar horas y horas de estar con nadie más que tú mismo, penetrando al interior de tus propios intestinos. Creo que probablemente es una defensa ante la ansiedad que tantos autores hayan recurrido a las drogas.”


Saint Genet
Bajo la influencia de anfetaminas que duró más de 20 años -pero antes de llegar a constantes alucinaciones de langostas por ingerir grandes cantidades de mescalina- Jean Paul Sartre escribe en 1952 más de 600 páginas de biografía sobre la vida y obra del novelista francés Jean Genet. 

Lo que empieza como un favor para Gaston Gallimard, quien le pide que escriba un prefacio de la recopilación de Genet, termina estremeciendo la mente de los lectores en cada página. Lo interesante del siglo XIX es que, como Sartre, los autores eran psiques únicas bajo la influencia y mentes brillantes lejos de ella que comprobaban que la palabra resulta, a veces, más fuerte que cualquier alucinógeno.


Rob Roy
El novelista escocés Walter Scott ingería láudano, una sustancia que contiene morfina y opio usada comúnmente en el siglo XIX para tratar todo tipo de dolores. Comenzó con fines medicinales pero terminó en una adicción. Cuando Scott comenzó a escribir Rob Ray en 1817 se vio forzado a medicarse en grandes cantidades para sobrevivir al excruciante dolor al que se sometía diariamente por la aparición de cálculos biliares en su vesícula. 

Mágicamente fue bajo estas condiciones de sufrimiento y hambre que el autor escribió la que puede ser la más leíble de sus obras. Acabó en diciembre de 1817 para publicarse 30 días después.

W. H. Auden 
Tenía la costumbre de ingerir cuantas pastillas pudiera. Tomaba una dosis de Bencedrina (una anfetamina introducida en Estados Unidos en 1933) cada mañana con la naturalidad con la que cualquiera toma una taza de té. Por las noches usaba Seconal o cualquier otro sedante para dormir. 

La rutina química no se rompió hasta que el efecto dejó de causar placer y se volvió un sentimiento cotidiano, nada especial. Las anfetaminas para Auden eran una herramienta que salvaba vidas en la “cocina mental”, como él llamaba a la psique. Junto con el alcohol, el café y el tabaco, Auden consideraba que las drogas eran “mecanismos crudos e inestables, posibles de herir al cocinero y causar constantes depresiones.”

El Poder y la Gloria  
“Hay dos cosas que quiero: una niña bonita con quién acostarme y saber en dónde puedo conseguir opio.” – Graham Greene durante su visita a China en 1957.
El escritor y guionista británico hace alusión en el título de la obra a la frase con la que termina el Padre Nuestro: “Tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos, amén. 

En su obra el protagonista es un sacerdote desvergonzado del estado de Tabasco con el que el autor convence a la gente del poder de los sacramentos católicos a pesar de la adversidad que ciertas figuras imponen en la estructura religiosa. Bajo la dictadura de la Benzedrina escribió, como resultado de sus “viajes”  -literales y figurativos- a México, esta novela soberbia de atmósfera paranoica, transtornada y amenazante.

El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde
Corre el rumor de que Robert Louis Stevenson vivió 6 días sin contacto con la realidad, prisionero de los efectos de la cocaína mientras escribía la historia aterrorizante de la personalidad compartida del Dr. Henry Jekyll. De acuerdo con la historia oficial, la novela surgió de una pesadilla mientras una difícil enfermedad lo mantenía atado a su cama; a pesar del dolor físico y el agotamiento mental escribió su obra maestra.
“La hazaña física en sí fue tremenda pero en lugar de lastimarlo, despertó en el un ánimo inexpresable” dijo su hijastro Lloyd Osbourne.

Cándido
“Voltaire devoraba entre 50 y 72 tazas de café al día, un hábito posiblemente relacionado con la brevedad y manía de Cándido”, reporta Washington Monthly.
La droga psicoactiva que esta presente en el café inundaba la mente del escritor que en 1759 publicó el cuento filosófico de nombre Cándido o El Optimismo. 

Aunque pocos lo saben, el hígado humano reacciona ante la ingesta de cafeína desmantelando furiosamente lo que considera como veneno, algunas partículas llegan a alojarse en el cerebro mientras el corazón palpita desesperadamente convirtiéndolo en una poderosa droga; misma que alteró el pensamiento y percepción de este gran escritor y filósofo.

Los escritos de Louisa May Alcott
La autora de Mujercitas después de ser diagnosticada con reumatismo desarrolló una adición al opio, la marihuana y la morfina. Las drogas la ayudaban a dormir. A pesar de que el concepto de adicción no era conocido en el siglo XIX, Alcott conocía las atrocidades que ocasionaba hacer uso continuo del opio y decidía continuar, creando una dependencia que la llevó a consumir constantemente por el resto de su vida.

Con o sin drogas estos autores han trascendido en la mente de millones y lo más importante para tener presente es lo siguiente: 
“La heterodoxia gramatical no es fruto del delirio de psicopatías inducidas, sino de ejemplos extremos de técnica o de virtuosismo, hijos todos de la lucidez, jamás de desatados locos de atar.” Alejandro Mar




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