Pedro J. Zamora Nessi: Informático, aprendiz de panadero, esposo y padre a tiempo completo. |
Cuando mis buenos amigos de Buscadores de Libros me
contactaron para hacer esta lista, además de sentirme halagado, me sentí
aturdido. Mi vinculación al mundo literario, hasta ahora, es la del pasatiempo,
la del ávido lector, la del coleccionista de libros. ¿Qué aportes pudiera hacer
yo, humilde profano, a una comunidad de lectores en continuo crecimiento? ¿Con
cuál autoridad me invisto y digo: "señoras y señores, este es mi
repertorio, mis recomendaciones, mis imprescindibles"?
Mi profesión se aleja de los libros, los margina al
tecnicismo; las actividades que realizo para ganarme la vida, también. Aunque, siendo
justos, y haciendo un poco de memoria, no siempre fue así: en los años 90 fui
reportero de artes y espectáculos del semanario La Tortuga, el periódico
escolar.
En aquel entonces recibí una recomendación literaria
de un gran autor, cuando recibimos en el liceo la visita del escritor Eduardo
Liendo y se me encomendó entrevistarlo para el periódico. Fue el día más
vergonzoso de mi corta carrera en el periodismo, y al mismo tiempo, el más
grandioso. Había leído “El Mago de la cara de vidrio” y “Si yo fuera Pedro
Infante”; Eduardo Liendo era, y en cierta forma aún lo es, mi rockstar.
Ante la presencia del escritor enmudecí. Tenía unos 14
años, no sabía que preguntarle, que comentarios hacer de su obra, de su vida,
de sus inquietudes políticas o filosóficas. Era obvio que al no preparar la
entrevista lo defraudé, lo pude notar en la desilusión de su rostro, en su
mirada condescendiente. Un compañero, al ver mi mudez, acudió en mi auxilio y
disparó varias preguntas del tipo: “¿Cuál es su equipo de béisbol?”. Mientras,
vi fugarse entre mis dedos la única oportunidad de poder tener una conversación
cara a cara con mi ídolo.
Con la intención de redimirme, casi yéndose Don
Eduardo, le pregunté: “¿Cuál es su novela favorita?”. Mirándome a los ojos, y
sin tomarse un segundo de reflexión, contestó: “El lobo estepario, de Hermann
Hesse”. La entrevista terminó, el escritor se fue, y la resaca ha durado más de
20 años.
Ahora, que digerí el Tractat del lobo estepario, que
crecí espiritualmente junto a Emil Sinclair, que sobreviví gracias a la
sabiduría científica de Ciro Smith, que morí buscando las respuestas junto a
Iván Ilich, que pasé la noche en vela por una alarma maldita, que me batí en
duelo con tres mosqueteros un mismo día, que llegué a Denver desde Nueva York
pidiendo cola, que me perdí en la biblioteca de la abadía, que aniquilé la
esperanza en un puente esloveno, que navegué los siete mares contagiado por la
obsesión del capitán Ahab, que evoqué esta anécdota ridícula de mi niñez, y que
me inflamé con el espíritu épico de mis héroes... pudiera, no sin cierto
recelo, ofrecer una lista de diez libros que han sido la brújula inconsciente
de mis aciertos:
- El lobo estepario, Hermann Hesse.
- Demian, Hermann Hesse.
- La isla misteriosa, Julio Verne.
- La muerte de Iván Ilich, Lev Tolstoi.
- Si yo fuera Pedro Infante, Eduardo Liendo.
- Los tres mosqueteros, Alexander Dumas.
- En el camino, Jack Kerouac.
- El nombre de la rosa, Umberto Eco.
- Liubliana, Eduardo Sánchez Rugeles.
- Moby Dick, Herman Melville.
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