Determinar desde el inicio del
proceso creativo de la escritura el efecto que el contenido de una obra puede
causar en el lector, sin dejar de lado la originalidad, fue calificado como
primordial e imprescindible para el escritor estadounidense Edgar Allan Poe: Características
como el misterio y el suspenso en torno a una historia cuidadosamente
premeditada en su desarrollo estructural, sin cabida para la improvisación,
permitieron a Poe crear una narrativa innovadora y atrayente, por la cual es
considerado uno de los autores más sobresalientes en la realización del relato
corto, renovador en la novela gótica y pionero del relato detectivesco.
Poe, nacido en Baltimore, Estados
Unidos, el 19 de enero de 1809, consideraba indeterminados los efectos que el
lector puede recibir en su corazón, inteligencia o alma; entonces “¿Cuál será
el único que yo deba elegir en caso presente?”, se preguntó en Filosofía de la
composición (1846), ensayo de su autoría, en el que el escritor expone su
teoría sobre el método de escritura.
“A mi modo de ver, la primera de
todas las consideraciones debe ser la de un efecto que se pretende causar.
Teniendo siempre a la vista la originalidad (porque se traiciona a sí mismo
quien se atreve a prescindir de un medio de interés tan evidente)”, sopesa en
el texto, en el que ejemplifica su proceso de escritura mediante el análisis de
El Cuervo (1845), su más conocido poema.
Con respecto a la originalidad,
resalta, que tampoco es cuestión de instinto o intuición, pues “para
encontrarla hay que buscarla trabajosamente; y aunque sea un positivo mérito de
la más alta categoría, el espíritu de invención no participa tanto como el de
negación para aportarnos los medios idóneos de alcanzarla”.
En el ensayo, explica el modus
operandi, como le llama, de su proceso de producción literario, el cual no
obedece a un “sutíl frenesí o intuición extática”.
“Consiste mi propósito en demostrar
que ningún punto de la composición puede firmar a la intuición ni al azar; y
aquélla avanzó hacía su terminación, paso a paso, con la misma exactitud y
lógica rigurosa propias de un problema matemático”, explica.
Basándose en esta marcha progresiva
legó a la literatura mundial una copiosa obra que trascendió y se caracteriza
por contener en sus letras el terror, la intriga, la sátira, el misterio y la
ciencia ficción, contenidos en un aproximado de 32 poemas, 24 cuentos, nueve
ensayos y una única novela: La narración de Arthur Gordon Pym (1838).
Berenice (1835), Ligeia (1838), La
caída de la casa Usher (1839), El pozo y el péndulo (1842), El corazón delator
(1843), El gato negro (1843), Los anteojos (1844) , El entierro prematuro
(1844), La verdad sobre el caso del señor Valdemar, (1845), son otros de sus
trabajos más destacados.
La obra de Poe estuvo influenciada
por el Romanticismo inglés, que cargado de lo grotesco y gótico llegó a
Norteamérica, donde surgió en el siglo XIX el Romanticismo oscuro (Dark
Romanticism), un subgénero literario del que Poe es uno de los más
representativos exponentes.
Catalizadores del efecto Poe
Además del referido efecto, el
autor destaca la importancia de otros aspectos que complementan la construcción
del escrito literario, como lo son la dimensión, la totalidad, el tono aplicado
y la definición de la conclusión del trabajo.
Al respecto, expone Poe, la
dimensión del trabajo es importante, pues de ella depende que el efecto logre
su propósito. “Si una obra literaria es demasiado extensa para ser leída en una
sola sesión debemos resignarnos a quedarnos privados del efecto”, advierte.
Además, consideró necesario, sobre
todo en el caso de los poemas, mantener un criterio de totalidad o unidad de
efecto, ya que “todas las excitaciones intensas son de corta duración”
La belleza en su manifestación más
elevada y concebida como una regla artística para producir el tono del buscado
efecto, también está en los poemas de Poe, los cuales retratan muchas
situaciones y personajes sombríos. “Cualquiera que sea su parentesco, la belleza,
en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente a las almas
sensibles. Así, pues la melancolía es el más idóneo de los tonos poéticos”.
Al ejemplificar la creación de El
Cuervo, también señala la importancia de definir el desenlace, ya que en este
debe estar el mayor énfasis del escrito, de manera que no se contrarreste el
“efecto crescendo”, en el que la intensidad debe aumentar gradualmente. “Mi
poema había encontrado su comienzo por el fin”.
Fuente:
el-nacional.com
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